Hasta la creación del giradiscos,  la música sólo podía escucharse en directo, por lo que la intención de los primeros desarrollos buscaban crear un artefacto capaz de grabar y reproducir sonidos, no lo buscaban para la industria musical. Aunque hubo precedentes, se atribuye a Thomas Alva Edison el artefacto más cercano a convertirse en un tocadiscos con su patente del fonógrafo de 1877, un invento capaz de grabar y reproducir posteriormente los sonidos que se grababan sobre cilindros. Seis años más tarde, Chichester Alexander Bell, su primo Alexander Graham Bell y su socio Charles Tainter mejoraron el fonógrafo de Edison dando paso al grafófono y crearon la Volta Graphophone Company en 1886.

Pero no fue hasta principios del Siglo XX cuando se empezó a concebir la denominada industria musical capaz de grabar y reproducir contenidos. Aunque manuales y altamente costosos (su precio era el mismo que el de un automóvil), el éxito que representaron los gramófonos cautivó durante los primeros años a una audiencia enloquecida por la novedad de poder escuchar música desde una caja. Su entrada en el mundo doméstico se remonta década de los 40 y durante la Segunda Guerra Mundial, donde era común encontrarlos en casas de familias de clase media-alta como un verdadero icono de distinción.  Su definitiva llegada al gran público se produce en las décadas de los 50 y 60 donde la serie Miracord llegó a copar una gran cuota del mercado.